Crepúsculo es una historia que ha venido cautivado a la mayoría de la población adolescente alrededor del mundo, escrita por Stephanie Meyer.
La trama se desenvuelve en un pequeño pueblo llamado Forks. Allí, Isabella Swan, una joven de diecisiete años de edad llega desde Phoenix para vivir con su padre y continuar con sus estudios en el instituto de aquel lugar. Pronto conoce a la familia de los Cullen -unas personas bastante peculiares-. Entre ellos se encuentra Edward, unos de los personajes principales de toda la novela. Con éste, la autora deja ver claramente el gran esfuerzo que hace por introducir en los lectores el concepto de que él es un ser perfecto desde todo punto de vista, y como tal, todos lo deben ver así. Bella -como siempre pide que la llamen- se enamora de su “cautivador” atractivo. Hay que aclarar que también es un criterio incluido necesariamente por Meyer, debido al hecho de que, después de cada calificación al mencionado, agrega la palabra “Perfecto” exaltando de forma exagerada, innecesaria y grotesca su necesidad de que cada lector opine igual que ella y admita que él es un ser “insuperable” y se encuentra muy por encima de cualquier otro; ésta opinión tuvo un éxito rotundo para la escritora, puesto que cada una de las leyentes se ve literalmente “encantada” por dicho hombre.
Otro aspecto del relato es que avanza muy lentamente. Son más de 400 páginas de leer cómo una frágil adolescente se enamora perdidamente de un vampiro que repite constantemente que es un ser peligroso y que ella se debe alejar de él. Premisa absurda, debido a que es él mismo quien la busca y no para de mirarla. Pregunta para los lectores: ¿Acaso no son obvias las intenciones de Meyer? …
Para finalizar, si se quiere leer una historia en la que el hombre REAL no quede como un pobre simio en plena evolución, definitivamente no lea Crepúsculo.